A veces, parece que el término “obra maestra” está desgastado. Parece que se usa muy a la ligera y para cosas que tal vez no lo ameriten. No obstante, si nos vamos a la etimología del término, viene del latín magnum opus, que significa “gran obra”. Y en ese contexto lo aplicaré para hablar de Monster, cuyo autor es el genial Naoki Urasawa.
Monster es, a mi parecer, la obra maestra de Urasawa. El thriller perfecto que nos cuenta una historia que nos tiene en alta tensión, pero que también se sumerge en la naturaleza del ser humano, sus fragilidad moral, su dualidad y su inconsistencia e incoherencia. Una obra maestra que hoy recordamos a 15 años de su estreno en versión animada.
Naoki Urasawa es un mangaka extraordinario que nos ha dado obras como Yawara!, Master Keaton, Billy Bat, Pluto, 20th Century Boys, por ejemplo. Y seguramente habrá quiénes prefieran alguno de estos títulos por sobre Monster. No obstante, si algo logró Urasawa con este anime del 2004 (que empezó a serializarse como manga en 1994), es incorporar muchos elementos en una historia sólida, cohesiva, que logra impactarnos por la profundidad de temas que abarca, en un contexto en el que explora algo tan complejo como el mal. ¿En verdad existen los demonios? ¿Los monstruos nacen o se hacen? ¿Qué define a un monstruo?
Cuando el bien despierta al mal
La trama principal de Monster es bastante directa, fácil de comprender. En 1986, un brillante neurocirujano japonés, Kenzo Tenma, que trabaja en Alemania, parece tener todo lo que cualquiera puede desear de la vida. Está comprometido con la hija del director del prominente hospital en el que trabaja, destinado a convertirse en alguien tan rico como su futuro suegro. Un futuro que le permite soñar con poder continuar su investigación. Su vida cómoda parece predeterminada al éxito.
Tan pronto como se nos dice que su futuro es brillante, éste se vaporiza porque hace lo correcto. ¿Qué es lo correcto? Salvar la vida de un niño cuyo disparo en la cabeza requería atención inmediata. Como paciente que se adelantó al alcalde que ingresó al hospital con un aneurisma cerebral, Tenma comete un “error” político crucial al operar al niño: dejar que el alcalde muera a manos de cirujanos menos competentes.
La política y su momento de rebelión contra las órdenes del director del hospital le cuestan todo a Tenma. Pierde su futuro seguro, a Eva -su hermosa pero codiciosa novia-, y en un momento de debilidad, de fragilidad emocional, le abre su corazón al niño que salvó. Expresando en voz alta sus más oscuros deseos, preso de la negatividad, desea que el director esté mejor muerto. Sus oraciones caen en los oídos del diablo y éste respondió a sus plegarias.
Es un “regalo” otorgado por el mismo niño que salvó, llamado Johan, quien resulta ser un asesino en serie. La muerte del director del hospital restaura la seguridad para que Tenma recupere el papel prominente que había perdido y vuelve a encaminarse hacia el éxito.
Nueve años después de disfrutar de este éxito, Tenma descubre que sus pensamientos embriagados e ilusorios le valieron esa posición y que, sin darse cuenta, hizo un pacto con el diablo. Fue su decisión de salvar a un niño, la decisión correcta y pura como médico, lo que resultó ser uno de los errores más grandes de su vida. Porque ahora él es el acusado de esos crímenes.
Esta es la premisa básica: Tenma busca a Johan, quien ahora tiene unos 20 años y aparentemente se insinúa en muchas posiciones de poder en la nueva Alemania posterior a la Guerra Fría. Se ha dado cuenta que salvó a un asesino en serie, a un “monstruo” con un plan. ¿Pero cuál es su propósito? Bueno, Tenma también tiene que descubrirlo. En esa odisea, se da cuenta que hay un entramado terrible y sibilino, que lo hace cuestionarse hasta su propia humanidad.
Alemania reunificada y los horrores del pasado
Urasawa ha declarado en diversas entrevistas que la literatura europea ha influenciado su trabajo y entre sus autores encontramos a escritores alemanes como Hölderlin, Heine, Goethe y Rilke. Tal vez por eso decidió que Alemania le daba el escenario ideal para desarrollar esta historia.
Probablemente Urasawa vio en el contexto de este país otrora divido todos los elementos para indagar sobre la humanidad y el mal. No por nada la historia arranca cuando aún hay muro de Berlín y el desarrollo se da en una Alemania ya unificada, buscando curar las heridas, con cicatrices aún dolientes.
Hemos de recordar que a los países del bloque socialista durante la Guerra Fría se les ha acusado de ser regímenes que atentaron contra los derechos humanos (no es que el otro bando haya sido muy diferente). Así que con la caída del Muro, muchos horrores y atropellos cometidos comenzaron salir a la luz. Pesadillas de viejas instituciones que se niegan a morir, aún en el nuevo orden.
Y es aquí donde entra el genio de Urasawa para dar cohesión al devenir del mundo en esos años y Monster. Mientras Tenma viaja por Alemania es busca de Johan, vamos conociendo sobre el génesis del monstruo. Y una de las razones podría estar en Kinderheim 511, un orfanato de Alemania del Este donde se alojaba a los hijos de criminales (“criminales”, por supuesto, también incluye a disidentes políticos en Alemania del Este) y donde los funcionarios estatales realizaron experimentos con ellos.
Urasawa retoma esta idea de Lebensborn (significa fuente de vida), un programa nazi para el que secuestraron cientos de miles de niños de las actuales Rusia, Serbia, República Checa y Polonia, para convertirlos en “verdaderos arios” y así crear una raza pura.
La naturaleza de estos experimentos no se explica a fondo en el anime (ni en el manga), pero está claro que Johan, ya sea por los experimentos o por algo innato, fue el gran “éxito” del orfanato. Se supone que organizó una masacre en el orfanato en el que casi todos fueron asesinados. Y es que Johan tiene un don: manipula a la gente detrás de las escenas, y rara vez se ensucia las manos. Es lo que lo hace tan esquivo.
Y es en este contexto en el que Urasawa aprovecha para tejer su historia con el acontecer histórico de aquellos años. Johan se insinúa en el círculo interno de una figura financiera importante e inspira a toda clase de extremistas políticos a la acción. Así que tenemos alemanes de ultraderecha, haciendo lo que ellos piensan que es la voluntad de Johan, como intentar quemar la sección turca de la ciudad, por ejemplo. Pero ese no es realmente el punto de la serie. Obviamente, al principio estamos destinados a creer que Johan es el monstruo del título, pero Urasawa, con cierta habilidad, demuestra gradualmente que Johan, a pesar de todos sus talentos, podría no ser el único.
Pareciera que los aspectos políticos de Monster no tienen un peso en la historia. Además de Alemania, el mangaka eligió a la desaparecida Checoslovaquia, cuyo contexto era el de un país que acababa de dejar el bloque socialista y estaba al borde de la disolución. Entonces, es una nación con un ambiente políticamente tenso, en el que el gobierno tiene que dejar sus antiguas maneras para buscar salvar lo que queda. Y en el centro de todo, está Johan.
Es que la relevancia de este contexto lo que nos ayudan a entender algo fundamental de lo que plantea Urawasa: ¿es el entorno el que determina la creación del monstruo? ¿O el monstruo existe en cualquier parte bajo cualquier contexto? En última instancia, no es importante que Johan haya crecido en un orfanato de Alemania del Este. Podría haber sido en cualquier parte. Y eso es lo aterrador.
Determinación… ¿o es obsesión?
La determinación y la obsesión son a menudo indistinguibles. Son dos fuerzas que nos motivan e impulsan nuestros actos, pero la línea divisoria entre ambas puede ser muy delgada.
Lo que motiva a la mayoría de los personajes en Monster es su feroz determinación que limita (y con frecuencia cruza la línea) con la obsesión. A menudo, su ira o falta de voluntad para admitir la verdad, ciega su pensamiento y nubla su juicio. Para algunos personajes secundarios, esto significa un punto de no retorno. A otros, los arrastra a través de una tenebrosa oscuridad que va restando las posibilidades de redención. Esto afecta a casi todos los personajes importantes, y describe mejor las constantes luchas morales de cada uno de ellos.
Por ejemplo, el Detective Lunge es el encargado de resolver los asesinatos. Su supuesta determinación por demostrar la culpabilidad de Tenma se transforma en obsesión cuando descuida a su familia al punto que lo abandonan y a él parece no importarle.
O el propio Tenma, cuya determinación por encontrar a Johan lo lleva a través de toda Alemania. A pesar de cargar con el estatus de criminal buscado por la justicia, eso no lo evita ayudar a los demás, que logran ver al hombre inocente. Un hombre inocente, amable y noble, que ha sido condenado por el diablo gracias a esa nobleza.
Y sin embargo, ese hombre noble e inocente sigue el rastro de Johan, no sólo porque esté interesado en limpiar su buen nombre de los asesinato, no. Lo que busca es exponer las acciones de Johan. Un acto que parece poco lógico, que sólo puede derivar de la obsesión. Una obsesión que tiene como objetivo poner fin a la vida que devolvió, ir en contra de su verdadera naturaleza como médico y convertirse en el asesino que dicen que es.
Porque, en Monster, Urasawa juega con ese concepto maniqueísta del bien y del mal. ¿Es todo blanco y negro? ¿Nuestras motivaciones como humanos parten de dos opuestos? ¿No hay punto medio? ¿Somos capaces de discernir la bondad de la maldad? Y es en esa determinación obsesiva de los personajes que vemos que no todo es tan simple, y que los matices de grises están presentes.
Suspenso y tensión
Todo lo anterior hace que Monster sea, durante sus 74 episodios, un anime cargado de tensión emocional, de misterio, de ambigüedad. Al despojar a su historia del maniqueísmo, Urasawa nos lleva hacia la indeterminación, a la duda, a las ineludibles preguntas. ¿Qué motiva a Johan? ¿Es Johan Liebert un demonio? ¿Tenma se despojara de su moralidad para cruzar hacia la frontera sin retorno? ¿Vale la pena la cacería del doctor? ¿Nina (o Ana) es inocente o también tiene algo del monstruo en ella?
Cada nuevo personaje, por menor que sea su participación, cada nueva locación y cada nuevo descubrimiento nos lleva a más preguntas. Cada misterio resuelto, abre la puerta a otro. Y cada paso que dan nuestros personajes nos hace plantearnos nuevas preguntas.
El ritmo del anime es el ideal para nunca bajar el nivel de tensión. Incluso en los momentos más distendidos, la presencia -u omnipresencia- de Johan se percibe. Porque Johan es más que un personaje, es una representación de todo aquello que nos incomoda, que nos inquieta, que nos horroriza. Es el monstruo que nos hace dudar de nuestra propia humanidad.
Horror
En ese sentido, Monster es brutal. No se corta a la hora de mostrar la realidad de nuestro mundo. Y está en el cuerpo magullado de Dieter y el rostro ensangrentado en manos de su abusador. En la prostitución de una pequeña comunidad turca donde se cometen delitos de odio. Monster no se detiene cuando muestra la facilidad con la que se puede descartar la vida. Es un hecho que no podemos eludir, aunque queramos desviar la mirada.
Ese nivel de horror, de violencia suele estar en manos de matones y criminales. Sus muertes de son frecuentes y se acumulan por el camino que transita Johan y que Tenma sigue. Es posible que esas muertes no sean tan significativas o desagradables en comparación con la pérdida de esas vidas inocentes, pero deberían serlo. A veces estas muertes se enmarcan de tal manera que nada es sin consecuencia. Otras veces, alentamos su eliminación… algo terrible cuando lo reflexionamos.
Pero en última instancia, hay una inmundicia en Monster que es más que deplorable. Vagabundos callejones, destellos de abuso infantil y asesinato. Utiliza esta inmundicia para maximizar el impacto. Hay escenas bañadas por la lluvia, pantallas oscuras, gritos de personajes, sangre, escenarios lúgubres. Al mismo tiempo, el uso cuidadoso de estos elementos no es tan sutil, ni las escenas siempre se cortan para dejar que la imaginación vuele. La atención se centra siempre en cuán aterrorizados están los personajes cuando tropiezan con estos actos. Lo podemos ver en sus inflexiones, reacciones y ojos llenos de terror, lo que hace que la inmundicia sea intencional, difícil de limpiar y completamente aterradora.
El monstruo sin nombre
Monstruo proviene del latín monstrum, que a su vez se derivó del verbo moneo, que significa recordar, advertir, instruir o prevenir y denota que hay algo extraño o singular, algo que va en contra del curso de la naturaleza y que alerta los dioses del mal. Es decir, el monstruo está asociado a lo maligno, a aquello que va contra los valores morales o cuya existencia inspirar terror o repugnancia.
Porque, para Urasawa, el monstruo no es necesariamente un ser repulsivo físicamente o poco agraciado. No es un Frankenstein. No es una quimera. No es un ser que atente contra lo dioses. No, Johan es hermoso. Es inteligente. Es seductor. Es carismático. Es casi perfecto.
Entonces, usa un extraordinario recurso para explicarnos lo que implica ser un monstruo: Obluda o El Monstruo Sin Nombre. Un cuento infantil, que nos aclara todo y que termina por sostener los argumentos expuestos por el autor.
El Monstruo Sin Nombre es la base de los cimientos de Monster. Es una historia que podemos aplicar a casi todos los personajes. Monster tiene un importante simbolismo en cuanto al impacto de perder, ganar y cambiar las identidades, ya que está vinculado a nuestras necesidades básicas de la familia y nuestras necesidades como seres humanos para buscar interacciones de expresión que nos validen. Nuestra humanidad revela esta idea de que los humanos moldeables, y que existe una libertad engañosa para no tener nombre (ataduras morales), cuando de hecho es aislante.
En una historia que ya trata sobre la pérdida de uno mismo que conduce a los monstruos creados en las personas. Con dibujos algo perturbadores, Urasawa nos da la representación tradicional del monstruo para explicarnos que los monstruos en la vida real son simplemente seres humanos.
Es entonces cuando nos damos cuenta que lo más retorcido de Johan es que él podría ser cualquier persona. No importa su nacionalidad, su origen o su contexto. Al internalizar e interpretar sus circunstancias se dio cuenta que podía explotar la desafortunada y corrupta naturaleza de los humanos. Se las arregla para ser simpático y así exponer que la única igualdad entre humanos sólo es posible en la muerte. Él es una prueba de que los humanos pueden ser cualquier cosa, y quizás lo que Monster realmente nos enseña es que todos tenemos la propensión de convertirnos en demonios, en monstruos.
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Hay mucho más que explorar en Monster. Esto sólo un poco del riquísimo contenido que tiene. Sus personajes con constantemente puestos a prueba por sus circunstancias y por sus decisiones de vida, como nos pasa a todos en nuestro día a día. Y, al acabar de verla, no podemos dejar de pensar que sólo basta una mala decisión para que el monstruo despierte para devorarlo todo. Escalofriante.